Y les llegó la hora a los grandes amigos de Graciela; enamorados desde el liceo, se fueron a la universidad, se graduaron, y al final decidieron casarse.
A Gitty le encantaba su historia porque decía que era muy parecida a la nuestra.
- ¿Y por qué dices eso?
- Porque son muy parecidos a nosotros, ella bien blanca y él pasadito de horno.
- Bueno, sí, tienes razón, son un dominó. Lo bueno es que al menos ellos no pasaron por todos los problemas por los que pasamos, al final las familias les dieron el visto bueno.
- No como a nosotros que nos hicieron la vida imposible y de vaina no nos volvieron locos.
- Bueno, lo que pasó pasó, al menos seguimos adelante y un montón de años después estamos mas duros que nunca.
- Y así seguiremos, ya estamos muy viejos como para ponernos a inventar.
- Así es. Ahora tenemos que ponernos las pilas con la ropa, tenemos que ir bien presentables porque además la Graciela va a ser una de las damas de honor.
-Tengo que comprarme un vestido.
Al final Gitty se compró un conjunto de color rosado que se le veía muy bien, a ella siempre le lució todo lo que se ponía, tanto por su estatura como por su color, era una mujer muy llamativa.
La ceremonia principal con la recepción iba a ser el sábado 29 de junio de 2019, o como le decía Gitty a los matrimonios, "el bodorrio." Como era verano, lo mas probable era que el día iba a ser caliente y soleado, lo que resultó exactamente así, la jornada perfecta para casarse sin ningún riesgo de lluvia; lo que dejaría atrás la vieja conseja de que si llovía el día de la boda quería decir que la novia había comido alguna vez directo de la olla.
El viernes 28 en la tarde la familia de la novia hizo una pequeña recepción en un local de la zona de Queen Anne para la que también fuimos invitados, si bien su carácter era muy informal y era para que las amistades de EEUU conocieran a los familiares que venían de los Países Bajos, especialmente los abuelos, que solamente hablaban neerlandés (aquí nos hubiese servido de mucha ayuda mi cuñado Rafael que sabe ese idioma). La reunión duró un par de horas, fue bastante animada y nos tomamos unas cuantas fotos; en la primera estamos Gitty, Graciela, una gran amiga de Graciela, Yvette, a quien le tenemos mucho aprecio y Gitty quería mucho, y el feo de la partida.
Llegó el sábado y nos fuimos al salón de festejos en el vecindario de Ballard, que estaba ubicado al borde de un brazo de mar, lo que lo convertía en el marco perfecto para la ceremonia.
Lo que faltaba era que se iniciara, pero antes los novios debían tomarse las fotos con el cortejo de honor y sus familias.
Se veían muy bien, él muy elegante y ella muy linda. Cuando todo estuvo dispuesto se inició la ceremonia que iba a ser al aire libre con un sol radiante, casi tropical; debido a esta circunstancia, Gitty tendría que permanecer dentro del salón, porque uno de los efectos de la Keytruda era una mayor sensibilidad a la luz solar. Cuando iba a pasar el cortejo por el pasillo que los llevaría al lugar donde esperaba la oficiante, una de las damas de honor perdió los estribos al vernos adentro y no afuera en donde estaba el resto de los invitados. En vez de actuar de manera discreta, se puso a gritar como una mentecata hasta que pude acercarme para explicar el por qué Gitty no podía estar bajo el sol; al escuchar la explicación logró calmarse y la ceremonia pudo continuar luego de esa interrupción tan brusca y alborotada.
Gitty se sintió un poco mal con todo el escándalo y me dijo que se quería ir porque estaba avergonzada, le dije que se quedara tranquila y no le parara bolas a eso porque todo el mundo de lo que estaba pendiente era de los novios, y además no podíamos hacerle ese desplante ni a ellos ni a sus familias que nos habían invitado y nos tenían tanto aprecio. Con eso ella se calmó y nos quedamos tranquilos viéndolo todo desde la sombrita.
El matrimonio como tal fue algo muy sencillo, bastante bonito y relativamente rápido. A continuación todos fuimos al salón comedor donde nos esperaba un banquete mas los brindis por la salud de los recién casados y por una larga y próspera unión marital.
Luego llegó la fiesta, con todo y su hora loca, porque eso de la hora loca no es exclusivo de Venezuela ni de los venezolanos, parece que se da en todos los matrimonios con diferentes matices según los usos y costumbres del lugar, como queda comprobado en los siguientes videos.
Gitty se tomó unos selfies y luego posamos para unas fotografías con el sol del crepúsculo.
Mas otra con la feliz y radiante novia.
Y Graciela con varias de sus amigas.
Luego Gitty haría comentarios políticamente incorrectos respecto a mi persona.
La fiesta terminó a las 10 de la noche, aunque Graciela, las amistades y los novios se fueron a seguir el bonche a otro lugar mientras nosotros regresábamos al apartamento porque estábamos cansados y porque de todas formas habría un almuerzo familiar el día siguiente, al cual fuimos invitados porque éramos considerados familia (lo que es un honor) y lo pasamos de lo mejor toda esa tarde, con la recién casada y sus familiares, porque el flamante esposo tuvo que irse a trabajar. La luna de miel quedaría para otro momento.
Gitty estuvo encantada con la boda y me dijo que deberíamos renovar nuestros votos en algún momento futuro, quizás en uno o dos años; empezamos a pensar seriamente esa idea, pero no sabíamos que pocos meses después vendría una pandemia que puso al mundo al revés y mandó esos planes al basurero.
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