Ese fin de año, por alguna extraña razón, se instaló en mí el presentimiento de que esas iban a ser mis últimas navidades y me esmeré en dar buenos regalos y hasta darme gustos bajo el razonamiento de que si en verdad tal cosa llegara a suceder al menos que no se me recordara como un viejo rácano, pichirre, lambucio y avaro; por lo tanto compré un montón de obsequios para todos y gasté una cierta cantidad de dinero.
Recuerdo que Gitty quería una ruana y le compré dos, una tejida y otra de tela lisa, pero ambas de lana; yo mismo me compré una chaqueta original de MLB que me salió bien cara pero decidí darme ese gusto, al igual le compré buenos regalos a los muchachos y me sentí bien por haber hecho tal cosa. Además, cuando llegó el momento de abrirlos el día de navidad me bastó ver las caras de felicidad para sentir que había valido la pena haber hecho esa inversión.
Desgraciadamente, bien lejos estaba ni siquiera de imaginar que mi presentimiento era parcialmente cierto, pero que no era yo quien iba a estar ausente para las festividades de 2022.
Siempre que ella quería viajar, apenas terminábamos de brindar y comernos las uvas, cogía una maleta vacía y caminaba con ella hasta la Casa Sindical y se regresaba mientras yo la acompañaba. De una manera u otra siempre daba la casualidad que íbamos a algún sitio todos los años, pero esta vez me dijo que montáramos las maletas en el carro y fuéramos al aeropuerto internacional de Seatac para que así se le diera la oportunidad de hacer un viaje bien largo.
No había forma de pensar que en ese año que se iniciaba ella haría el viaje mas largo de todos y que yo no la podría acompañar.
Si bien las cosas no iban viento en popa, el tratamiento de Taxol y Avastin había funcionado y los tumores parecían estar bajo control con el marcador CA 125 en valores muy bajos, pero al final eso no fue suficiente. De cualquier forma, para ese momento parecía que no había nada de que preocuparse; solamente hubo una señal de alarma y fue durante la cena de navidad, en la que ella prefirió tomar ponche de huevo en vez de vino y poco después de la cena se le descompuso el estómago de una manera terrible, tanto así que Graciela y yo tuvimos que ayudarla porque el baño quedó hecho un desastre, aparentemente el exceso de grasa del ponche desbordó las capacidades de su aparato digestivo y eso causó el daño. Muy posiblemente fue la primera señal de alarma del deterioro de su hígado.
Tomamos ese estropicio como un incidente aislado porque fue el único que se presentó durante todo el período festivo; también hubo una diferencia ese año respecto a todos los anteriores: no hice pan de jamón debido a que le costó mucho digerir tanto la tocineta como la masa del pan en 2020, así que decidimos que no lo prepararía el siguiente.
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