martes, 20 de junio de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 259: Así llegamos a lo que sería la última navidad que pasaríamos juntos.


 Esos tickets fueron los de la última vez que fuimos a ver al Cascanueces de Centralia, esa tradición que quedó rota para el año siguiente junto con la visita al Burger King en la que comprábamos las hamburguesas que le gustaban a Gitty. Una semana después fuimos al mismo pueblo a ver los tractores adornados bajo una llovizna pertinaz que terminó casi al final del desfile. 

Ese fin de año, por alguna extraña razón, se instaló en mí el presentimiento de que esas iban a ser mis últimas navidades y me esmeré en dar buenos regalos y hasta darme gustos bajo el razonamiento de que si en verdad tal cosa llegara a suceder al menos que no se me recordara como un viejo rácano, pichirre, lambucio y avaro; por lo tanto compré un montón de obsequios para todos y gasté una cierta cantidad de dinero.

Recuerdo que Gitty quería una ruana y le compré dos, una tejida y otra de tela lisa, pero ambas de lana; yo mismo me compré una chaqueta original de MLB que me salió bien cara pero decidí darme ese gusto, al igual le compré buenos regalos a los muchachos y me sentí bien por haber hecho tal cosa. Además, cuando llegó el momento de abrirlos el día de navidad me bastó ver las caras de felicidad para sentir que había valido la pena haber hecho esa inversión.

Desgraciadamente, bien lejos estaba ni siquiera de imaginar que mi presentimiento era parcialmente cierto, pero que no era yo quien iba a estar ausente para las festividades de 2022.

En la consulta de noviembre, la doctora Swisher le regaló a Gitty dos adornos para colgar en el árbol de navidad, eran unas artesanías que había distribuido entre los médicos el centro de investigación anticanceroso Fred Hutchinson y ella quiso que Gitty tuviese dos de esos adornos especiales.


Adornamos el apartamento como de costumbre aunque en esta ocasión por fin Gitty iba a poder arreglar su cama como ella quisiera y así lo hizo, duró una semana escogiendo la colcha que deseaba para vestirla hasta que la encontró en Amazon.

El día de navidad cayó una nevada enorme, que sería la primera de varias que se produjeron durante la semana entre esa fiesta y la de año nuevo; por suerte no causaron grandes problemas porque esos días transcurren con la ciudad moviéndose a media máquina, ya que prácticamente son considerados como semiferiados y tanto Gitty como yo no estábamos tan exigidos en nuestros respectivos empleos.

El jueves 30 fui a comprar unas cosas en Bellevue, al otro lado del Lago Washington, y le dije a Gitty que iría a buscarla a su trabajo, ya que como estaba nevando un poco así le evitaba la espera e incomodidad de los trasbordos entre autobuses y llegaría mas temprano al apartamento. Durante ese trayecto me dio por grabar un par de videos mientras manejaba y escuchaba gaitas navideñas.


Para el 31 de diciembre decidimos hacer lo de siempre, quedarnos en casa, disfrutar el espectáculo de fin de año por la TV, cumplir con los ritos de las 12 uvas y el brindis, pero como Gitty quería viajar lejos, siquiera hasta Hawaii, pues quiso que el ritual de las maletas lo lleváramos al extremo.

Siempre que ella quería viajar, apenas terminábamos de brindar y comernos las uvas, cogía una maleta vacía y caminaba con ella hasta la Casa Sindical y se regresaba mientras yo la acompañaba. De una manera u otra siempre daba la casualidad que íbamos a algún sitio todos los años, pero esta vez me dijo que montáramos las maletas en el carro y fuéramos al aeropuerto internacional de Seatac para que así se le diera la oportunidad de hacer un viaje bien largo.

No había forma de pensar que en ese año que se iniciaba ella haría el viaje mas largo de todos y que yo no la podría acompañar.

Si bien las cosas no iban viento en popa, el tratamiento de Taxol y Avastin había funcionado y los tumores parecían estar bajo control con el marcador CA 125 en valores muy bajos, pero al final eso no fue suficiente. De cualquier forma, para ese momento parecía que no había nada de que preocuparse; solamente hubo una señal de alarma y fue durante la cena de navidad, en la que ella prefirió tomar ponche de huevo en vez de vino y poco después de la cena se le descompuso el estómago de una manera terrible, tanto así que Graciela y yo tuvimos que ayudarla porque el baño quedó hecho un desastre, aparentemente el exceso de grasa del ponche desbordó las capacidades de su aparato digestivo y eso causó el daño. Muy posiblemente fue la primera señal de alarma del deterioro de su hígado.

Tomamos ese estropicio como un incidente aislado porque fue el único que se presentó durante todo el período festivo; también hubo una diferencia ese año respecto a todos los anteriores: no hice pan de jamón debido a que le costó mucho digerir tanto la tocineta como la masa del pan en 2020, así que decidimos que no lo prepararía el siguiente.

Al despedir el 2021 pensábamos que el 2022 sería mejor y que traería muchas cosas buenas; veíamos el futuro con optimismo, como se puede ver en nuestros rostros al tomarnos la selfie de fin de año la noche del 31 de diciembre, luego de habernos vestido, arreglado y alistarnos para recibir el nuevo año.


Fue nuestra última foto de año nuevo.
 

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