jueves, 15 de junio de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 255: El balneario del Lago Tapps.


 Seattle tiene muchas cosas buenas y el estado de Washington es verdaderamente hermoso y lleno de bellezas naturales, pero tiene un defecto. NO HAY PLAYAS.

Existen algunos lugares a los que se llama playa, pero en realidad no lo son porque uno no se puede bañar allí, el agua es extremadamente fría y eso no va a cambiar porque las corrientes marinas se mueven en sentido norte-sur y eso causa que el agua venga del Océano Ártico y regrese a él, así que se vuelve a enfriar y regresa fría; aun cuando hace mucho calor no se debe meter uno en el agua porque el golpe de temperatura puede causar calambres y la persona corre el riesgo de ahogarse.


En este lugar lo que nos queda son los ríos y lagos, que al ser cuerpos de agua mas pequeños se calientan y pueden disfrutarse durante los meses comprendidos entre julio y septiembre. Si bien hacía varios años nos hicimos conscientes de esa realidad, nunca nos preocupamos por ajustarnos a tal cosa, hasta que en 2021 empezamos a buscar alternativas.


Arrancamos tarde pero seguro. Un par de veces intentamos ir al Lago Tapps, que es el que nos queda mas cerca, en fines de semana, pero abandonamos tal idea luego de comprobar que era imposible disfrutar en esos días; simplemente la afluencia de gente era excesiva y ni siquiera se podía entrar al parque con el carro a menos que uno madrugara en la puerta para entrar con los primeros.


Decidimos ir los martes, cuando Gitty no trabajaba y yo podía pedir el día. Como es jornada laborable, el lago está vacío y uno puede estar cómodo porque hay suficientes lugares disponibles en el estacionamiento y no se presentan aglomeraciones de ningún tipo.

Gitty se preparó a conciencia y teníamos todo lo necesario, un gorro para que ella se cubriera la cabeza, chalecos salvavidas, remos y un flotador para dos personas, lo único que faltaba era lanzarse al agua.

Durante esos tres meses fuimos nueve veces al lago; Gitty disfrutó un montón y se rió hasta que le dolió el estómago gracias a mí, porque cada vez que me montaba en el flotador decía que yo parecía una morsa tratando de subir a una piedra, que estaba tan gordo que la iba a mandar volando y otras cosas similares. Cada vez que me hablaba se echaba a reír, y cuando me disponía a coger impulso para subirme al flotador ella se privaba de la risa; si hubiese adivinado el futuro me habría comprado una cámara GoPro para filmarla mientras se carcajeaba a mandíbula batiente.

Fue buena cosa que disfrutáramos el lago tantas veces el 2021 porque apenas fuimos una vez el 2022 y no tuvimos oportunidad de regresar a bañarnos en otra ocasión.


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