Nuestra historia de amor: Capítulo 249: Recorrimos la costa del Pacífico.

 El miércoles 26 de junio a las 10 de la mañana salimos de la casa para recorrer una parte de la ruta 101 que discurre a lo largo de la costa de los tres estados del Oeste; Washington, Oregon y California. La idea original era la de llegar al llamado Big Sur, pero al final terminamos en Eureka y quedamos en completar el recorrido para un tiempo posterior que jamás llegó.

De todas formas recorrimos mas de 600 millas de ida y una cantidad similar de vuelta en poco menos de cuatro días y Gitty hizo realidad su sueño de conocer la ruta 101, algo que tenía años deseando hacer. Iniciamos ese camino en el estuario del río Columbia, que sirve de frontera entre los estados de Washington y Oregon; para cruzar el río, que en ese lugar se ensancha considerablemente, hay que transitar el puente Astoria-Megler que mide poco mas de seis kilómetros (cuatro millas) de largo. Al otro lado está el pueblo de Astoria donde hicimos la primera parada en el supermercado Fred Meyer, esto porque Gitty quería comprar un matero para trasplantar una de las plantas que tenía en el apartamento; mientras ella buscaba el recipiente, conecté al carro en un cargador de Electrify America que estaba disponible en el estacionamiento y así se estaba cargando la batería mientras ella estaba en el supermercado. Durante el resto del viaje, nos deteníamos en los Walmart a cargar la batería del carro, y mientras estaba conectado entrábamos al mercado a comprar comida para regresar a comer mientras se completaba la carga; una vez que terminábamos, recogíamos los platos y reposábamos unos 10 minutos luego de comer o íbamos al baño si era necesario, con eso bastaba, solamente necesitábamos una carga diaria. 

Seguimos camino y llegamos al pueblo de Seaside, donde vimos la primera playa de la ruta. Guardando las distancias, para los venezolanos que lean esto, la ruta entre Astoria y Seaside recuerda un poco a la de El Palito-Tucacas, como dije, guardando las distancias, porque no hay cocales ni plantas tropicales.

Ese primer día había reservado una habitación de hotel en el pueblo de Tillamook, Gitty me había dicho que debíamos rodar hasta donde nos agarrara la noche, pero no estuve de acuerdo porque esas cosas las hace uno cuando está joven y sano, y no era nuestro caso con el cáncer de ella; al final tuvo que reconocer que estaba en lo correcto, porque nuestra salida coincidió con unos campeonatos deportivos que se estaban efectuando en la zona y la oferta de habitaciones de hotel era escasa.

Al día siguiente recorrimos gran parte de la costa de Oregon hasta Coos Bay, donde nos detuvimos en otro hotel que había reservado por si acaso, si bien este era mas bien como una posada. Gitty se molestó un poco otra vez debido a que hice una reservación, pero su mayor enojo fue por otra razón, que era la principal: Yo no estaba cumpliendo con mis deberes conyugales; por alguna razón no estaba funcionando como lo había hecho toda la vida y ella no podía disfrutar de la costumbre que siempre había practicado de "estrenar" los hoteles cuando viajábamos solos. Tal situación le cayó muy mal y me reclamó por no estar pendiente de mi salud; si bien a la larga el problema se resolvió luego de ir al médico unas semanas después, en ese momento no le hizo gracia alguna lo que me estaba pasando.

A pesar de todo procuré poner mi mejor cara y continuamos la ruta el viernes en la mañana. Cuando entramos a California nos encontramos con algo muy curioso; si bien hacia el interior estaba haciendo bastante calor y de hecho un fenómeno climático iba a causar un evento de muy altas temperaturas que iba a afectar los tres estados durante los siguientes cuatro días, la zona costera estaba muy fresca, casi fría.

Al llegar a Eureka, el viernes en la tarde, Gitty me dijo que era hora de regresar y que podíamos tomar la ruta de regreso por la autopista I-5; le dije que estaba bien y fuimos de allí hasta la población de Red Bluff, para lograrlo cruzamos el Bosque Nacional Trinity, un lugar de extraordinaria belleza natural que la dejó sin aliento y quedamos en volver a pasar por allí con mas calma para tomar fotos y grabar videos de ese lugar tan hermoso. Asimismo quería internarse en el bosque de las Secoyas, el Parque nacional Redwoods, por el que pasamos ese día y donde pudimos ver algunos de esos inmensos árboles que estaban a la vera del camino.

Al llegar a Red Bluff, tarde en la noche, nos dirigimos al hotel en el que habíamos reservado una habitación. El proceso de ingreso fue un poco complicado tanto por la hora como porque los dueños eran bien sangrones y pesados; finalmente, luego de mas de media hora pudimos entrar a la habitación y caímos noqueados en la cama.

Al día siguiente, sábado, el calor de la mañana nos golpeó como un puño cuando salimos de la habitación para emprender el camino de regreso; ese día la temperatura en el norte de California  alcanzó los 44 grados centígrados (mas de 110 Fahrenheit) sin contar la sensación térmica al estar expuestos directamente a la radiación solar. Salimos del hotel a las 11 de la mañana y nos detuvimos en la población de Redding para comprar agua, pasar por el Costco, cargar la batería del carro, pasar por un autolavado y visitar el reloj de sol del pueblo. El reloj está situado en una orilla del río Sacramento y se atraviesa un puente peatonal de cristal para llegar a donde está situado, es una obra de arte muy hermosa.

Lo malo ese día era el calor absolutamente brutal, si bien al menos era muy seco, porque un índice de humedad elevado habría convertido la experiencia en una tortura. La ola de calor nos acompañó desde ese sábado a lo largo de toda la ruta hasta que llegamos a Tukwila la madrugada del domingo, y se quedaría con nosotros hasta el miércoles en la mañana.

Luego de salir del parque, iniciamos el recorrido de regreso, aunque nos detuvimos en Yreka a comer algo en un restaurant temático de osos, no recuerdo el nombre, pero sé que todo tenía que ver con osos. Hicimos cuatro paradas de 30 minutos en la ruta para cargar el carro y llegamos a casa poco después de las dos de la mañana. Habíamos recorrido mas de 600 millas de costa y casi 1.300 en total en esos cuatro días. Gitty pudo conocer la costa de Oregon y parte de la de California, y si no hubiese sido por el problema que me explotó en el momento menos indicado, ella habría estado absolutamente feliz.

Sin embargo, todavía nos iban a tocar tres días de calor inhumano en un lugar no acostumbrado a temperaturas tan elevadas y sin disponibilidad de aire acondicionado.