jueves, 20 de julio de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 285: Telón.

 


Desde el martes dos especialistas de la unidad de cuidados paliativos del hospital empezaron a visitarnos, al menos un par de veces al día, dos doctoras expertas en procesos de fin de vida; lo hacían con la finalidad de controlar la salud de Gitty para así determinar cuando se iniciaría su transición de la vida a la muerte y hacer este proceso lo menos traumático posible.

Aparentemente las enfermeras las contactaron apenas terminaron de ayudarme a regresar a Gitty a la cama y llegaron poco después de las 11:40. La examinaron y confirmaron lo que me habían dicho las enfermeras: Gitty estaba iniciando el proceso y le quedaba poco tiempo de vida, había llegado el momento de la despedida.

Sin embargo había un problema, Graciela estaba en su apartamento y posiblemente no estaba lista; así que la llamé y le dije que debía venir urgentemente al hospital para despedirse de su mamá, que se corría el riesgo de que llegara tarde y tenía que correr. Para evitar accidentes que pidiera un Uber o le dijera a Jeff que la trajera, pero tenía que ser lo mas rápidamente posible, si no su mamá podía irse y no tendría la oportunidad de despedirla.

A medida que transcurría el tiempo se veía que la salud de Gitty se deterioraba rápidamente y su respiración se hacía mas trabajosa, mientras yo seguía llamando a Graciela para saber por donde andaba. Por fin, poco antes de las 12:15 Jeff la recogió y logró llegar en menos de media hora. Entró corriendo a la habitación y abrazó a su madre mientras le decía:

- ¡Mamá, te amo!

Yo estaba sentado al lado derecho de Gitty, tomándole la mano derecha y por recomendación de las especialistas de cuidados paliativos, que para ese momento estaban acompañadas por el consejero espiritual del hospital, le puse música, ya que según me explicaron, el último sentido que se va al uno morir es el del oído.

La primera canción que le puse fue aquella que ella me hizo escuchar cuando la visité por primera vez en su casa, África de Toto.

La segunda fue la que escuchamos en el taxi aquella vez que fuimos a la fiesta en la que le pedí que fuera mi novia.


La tercera fue la primera que bailamos juntos, en esa fiesta.


Y la última fue la que bailamos aquella noche en la zona de descanso de la autopista I-5 cuando regresamos de Portland en septiembre de 2015.


 Poco antes de la una de la tarde llegó Jeff y para entonces yo había puesto la música que Gitty tenía en su teléfono para que se reprodujera aleatoriamente y y lo ubiqué cerca de su oído derecho. Recuerdo que la primera canción fue una de Julio Iglesias:

Mientras le tomaba de la mano, busqué el salmo 23, versículo 4 del libro de David; ese salmo se lo había recordado muchas veces porque le decía:

- El único lugar al que no te podré acompañar es al valle de las sombras, te veré mientras inicias tu travesía, pero no podré estar contigo.

"Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento."

Su música seguía sonando, mientras que Graciela estaba sentada a su izquierda, tomándole la mano, Jeff estaba sentado a su lado, yo, a la derecha, con su otra mano entre las mías y frente a la cama estaban las dos doctoras y el consejero espiritual.

Poco a poco iba sintiendo como su mano iba perdiendo energías hasta que básicamente quedó completamente relajada entre las mías, mientras que su respiración se iba haciendo cada vez mas superficial y trabajosa.

En esos momentos me desdoblé, una parte de mí estaba absolutamente enloquecida de dolor y en la mas profunda desesperación, mientras que otra estaba pendiente de saber cuándo ella expiraba; cuándo sería el momento en que su alma iniciaría su viaje para rezar el réquiem:

"Dale, Señor, el descanso eterno y brille para ella la luz perpetua." 

Poco después de la 1:10 de la tarde sonó esta canción en su teléfono, una que también nos traía recuerdos, porque esa noche del 28 de septiembre de 1985, cuando nos hicimos novios, la bailamos y recuerdo que le dije:

- Te encontré, tú eres mi guayaba.

Ella tenía los ojos completamente cerrados y parecía como si estuviera durmiendo, con la boca casi cerrada; sin embargo, al empezar la canción movió un poco los labios, como esbozando una sonrisa, y su respiración se hizo mucho mas superficial.

Respiraba cada vez mas despacio y sus inspiraciones eran mas y mas cortas, hasta que dejó de respirar.

Era la 1:17 de la tarde.

Y en ese momento cumplí mi promesa:

"Dale, Señor, el descanso eterno y brille para ella la luz perpetua." 

Gitty Pargas Salas había dejado de existir.

Mi gran amor, la mujer que había amado tanto y que seguía amando con todas mis fuerzas, mi alma y corazón, se había ido y mi vida se fue con la suya.

Pedí que llamaran a la enfermera para que certificara su fallecimiento y volví a reunirme conmigo mismo en medio de la mas grande desesperación.

Y así fue como Gitty llegó a su hora final, de manera digna, sin agonía alguna; simplemente se quedó dormida con una leve sonrisa en sus labios.

Y esto es todo por hoy, el sentimiento me ahoga y me impide continuar con esta crónica.


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