El martes seis Gitty amaneció bastante débil y antes de irme al trabajo le dije que llamara al consultorio de la doctora Swisher para que le hicieran una cita en el laboratorio. Así lo hizo y luego de explicarle a la enfermera lo que le pasaba le programaron una para el jueves ocho en la mañana.
Debido a su debilidad manifiesta se comunicó con su trabajo y le dijo a su jefa que tendría que darse de baja por enfermedad durante varios días, que en cuanto se sintiera mejor iría a trabajar y llevaría el justificativo médico correspondiente.
En el SCCA luego de sacarle la sangre no le dejaron irse sino que procedieron a programarle una transfusión a las dos de la tarde, porque los resultados de la hematología estaban completamente fuera de rango y tenía una anemia aguda, casi como si se estuviera desangrando. De hecho al final decidieron hacerle dos transfusiones, la del jueves y otra para el viernes a la misma hora.
Con la sangre recibida se sintió mejor, pero los muchachos. para que no corriera riesgos y yo no tuviese que perder tiempo de trabajo, le pagaron un Uber que la dejó en el edificio mas rápidamente de lo que yo hubiera podido hacerlo. Cuando llegó se fue directo a dormir, al levantarse preparó una tontería para comer y a pesar de que le dije que no se preocupara por mí, que al llegar haría algo para ambos, no aceptó e hizo una cena.
El día siguiente, viernes, cumplíamos 37 años de habernos conocido y 33 de matrimonio eclesiástico. Varios meses antes, como a ella le gustaba ir al estadio de béisbol y el juego de esa noche iba a tener fuegos artificiales y se iba a presentar el grupo Tierra, Viento y Fuego cantando sus éxitos, pues pensamos en comprar entradas para celebrar nuestra doble tanda aniversaria.
Sin embargo, como ella trabajaba los viernes hasta las cinco de la tarde y el juego era a las siete de la noche, decidimos mejor ir al del sábado, que si bien no tendría fuegos artificiales ni artistas invitados, al menos sería en un día mas descansado y ella disfrutaría mas la experiencia. En junio compré dos entradas y me aseguré que estuvieran en un lugar de fácil acceso y cerca del estacionamiento para que ella no tuviese que caminar mucho.
Como la cita para la transfusión era a las dos de la tarde, llamé al trabajo para decir que llegaría retrasado porque debía llevarla al SCCA, lo que hice y luego los muchachos harían lo mismo que hicieron el día anterior.
Llegó al apartamento sin novedad y se dedicó a descansar, aunque al final hizo lo mismo que el día anterior. Había mejorado un poco con las dos transfusiones, pero no proporcionalmente a lo que debería ser luego de recibir un litro de sangre y tenía cita con la doctora Swisher el lunes 12 a las nueve de la mañana.
Conversamos sobre esa cita en la noche y le recomendé que le dijera a la doctora que la hospitalizara, que aun si no le gustaba esa alternativa sería conveniente para que le brindaran los cuidados necesarios para lograr su estabilización y luego retomara el tratamiento. Esto se lo decía también porque a partir del lunes en la noche había desarrollado algo que no tenía anteriormente.
Desde hace mucho tiempo, bastante antes de la aparición del cáncer, Gitty roncaba; a veces duro, a veces suave, pero lo hacía con mucha frecuencia y a la larga me había adaptado a eso. Pero a partir de la noche del lunes cinco dejó de roncar y su respiración al dormir incluía una especie de estertor que me angustiaba mucho, hasta el punto que prácticamente no podía dormir por la preocupación que me daba escuchar ese sonido; así que esperaba que durante el tiempo de hospitalización, que suponía no pasaría de tres días, podría hallarse una solución a tal problema.
Y con ese acuerdo nos acostamos esa noche, para iniciar el fin de semana, aunque ninguno de nosotros imaginaba que sería el último que ella pasaría con vida.
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