viernes, 14 de julio de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 280: Martes 13 de septiembre: ¿Entonces eso quiere decir que me voy a morir?

Sin importar cuánto uno sea gobernado por el logos siempre hay espacio para lo irracional, a mí me pasa con los martes 13, siempre los he considerado de mala suerte, pavosos y mabitosos, a pesar de que sé que es solamente una superstición. En todo caso, este martes 13 comprobaría mi creencia para siempre.

Esa mañana me activé temprano para ayudar a Gitty en lo que necesitara, le habían conectado la cuarta y última transfusión de sangre que recibiría junto con el suero que la mantenía hidratada. En esa habitación el acompañante lo único que tenía para descansar en la noche era una silla con una banqueta, y como la silla era rígida y no mullida, no estaba hecha para dormir; eso se debe a que se supone que el acompañante está para ayudar al personal de enfermería, no para echarse en las noches.

Gitty quería desayunar, por lo que procedí a llamar a la fuente de sodas del hospital para pedirle el desayuno, en el interín la ayudé a bañarse y arreglarse para que estuviera lista cuando llegaran los médicos; comió una parte del desayuno y me obligó a que comiera el resto, lo que al final tuve que hacer.

Aproximadamente a las 10 de la mañana llegaron las doctoras a cargo del piso para darnos las conclusiones a las que habían llegado luego de analizar los exámenes hechos el día anterior; como cosa curiosa, la médico jefe del piso donde estaba hospitalizada Gitty era venezolana, caraqueña para mas señas, hija de un migrante húngaro que se casó con una venezolana, lo que hacía la cosa un poco mas fácil en el sentido de que podríamos entender todo mejor porque hablábamos el mismo español.

Tengo que decir que cuando vi al personal médico entrar al cuarto tuve un mal presentimiento, porque tenían un aspecto sombrío, lo que hacía sospechar que no eran portadores de buenas noticias. Graciela no había llegado todavía, así que me senté al lado izquierdo de Gitty y le puse la mano en el hombro.

Luego de las cortesías habituales, la doctora venezolana fue la encargada de dar las malas nuevas. En medio de toda una jerigonza técnica básicamente dijo que luego de todos los exámenes que se habían hecho el hígado había dejado de funcionar. Mientras explicaba la situación se apoderó de mí un temblor horrible, temblaba de pies a cabeza, y mas que temblar me sacudía sin control, porque con cada palabra que ella decía me quedaba claro que estaba hablando de una muerte próxima; y cuando la doctora terminó su exposición, Gitty le preguntó:

- ¿Entonces eso quiere decir que me voy a morir? - Y nunca olvidaré el tono de su voz, era triste y resignado al mismo tiempo, como si supiera que no se podía hacer mas nada y que había perdido la partida.

-Sí, así es. -le contestó la doctora con toda honestidad, cosa que se le agradece.

Por un momento todos nos quedamos en silencio mientras yo, de manera completamente irracional, trataba de recordar cuando fue la última vez que había temblado de aquella forma, porque sabía que había tenido un temblor así antes.

Finalmente Gitty rompió el silencio al decir:

- Gracias por su sinceridad y por todo lo que han hecho por mí.

Fue admirable la integridad con la que asumió la noticia de su desahucio, sin drama ni espectáculo, con una enorme dignidad y sin perder el control. Mientras tanto, yo seguía preguntándome cuando fue la última vez que temblé de esa manera hasta que lo recordé: la mañana del 28 de noviembre de 1992.

Un rato mas tarde llegó Graciela y tuvimos que darle la mala nueva:

- Tu mamá acaba de ser desahuciada, ya no se puede hacer nada y su hígado ya está en vías de colapso.

A pesar de todo, supongo que por lo tranquilos que nos veíamos, ella también aceptó esa lamentable noticia de manera digna y sin hacer aspavientos ni escándalos.

Poco después de las 11 de la mañana llegó la doctora Swisher, quien corroboró lo dicho antes por su colega e indicó que a Gitty no le quedaban mas allá de unas pocas semanas de vida. Luego quedaba pendiente el dónde ella pasaría sus últimos días y decidió que deseaba pasarlos en una institución especializada, tal como me había dicho varias veces; asimismo confirmó que no deseaba medidas heroicas ni extremas para mantenerla con vida, simplemente quería abandonar este mundo cuando le llegara su momento.

Debido a que todos los lugares donde se brinda cuidado a los pacientes terminales en el estado estaban completamente llenos, no quedaba otro remedio que dejarla en el hospital hasta que hubiera una plaza disponible, ya que llevarla al apartamento resultaba sumamente complicado y no valía la pena, era mejor que se quedara donde estaba.

Y mientras estábamos en aquella situación de desesperanza y dolor, recordé lo que decía la inscripción que estaba a la entrada del infierno de la "Divina Comedia" de Dante Alighieri:

"Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate."

"Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis."

Sí, me sentía como las almas condenadas, había perdido la esperanza. La persona que mas amaba iba a morir y no podía hacer nada para evitarlo.

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