sábado, 25 de febrero de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 150: 8 de febrero de 2014.


 La madrugada del sábado 8 de febrero aproximadamente a la una mi hermano me envió un mensaje por WhatsApp para ver si me llamaba, le respondí que mejor lo hiciera unas horas después porque ese día había estado trabajando hasta tarde y estaba bastante cansado. Todos los días en la mañana venezolana el me llamaba para darme un reporte de la salud materna, así que pensaba que sería algo similar y podría esperar un poco y yo al levantarme lo llamaría de vuelta.

Este día no era así. Mi hermano me escribió que no había tiempo y le dije que me llamara entonces; mientras él buscaba comunicarse llamé a Gitty y le dije que sospechaba que algo había pasado porque José me iba a llamar urgentemente.

La conecté a través de WhatsApp como llamada en conferencia y a los pocos minutos me llamó mi hermano para darme la noticia directamente:

- Mamá falleció a las 3:38 de la madrugada.

A través del teléfono pude escuchar a Gitty decir en voz alta:

- ¡Dios mío, que el Señor la tenga en su gloria!

Como en Seattle eran las 3 de la madrugada todo estaba en silencio y la exclamación de Gitty despertó a Graciela, que se levantó de la cama y le preguntó a su mamá que pasaba, a lo que ella le respondió:

- Tu mamacela acaba de fallecer.

Al momento se puso a llorar a gritos mientras Gitty nos decía:

- Graciela está tirada en el suelo llorando y aquí está nevando.

Eso fue algo que Gitty siempre recordaba, el hecho de que la noche de la muerte de mi mamá había estado nevando, de hecho me envió un par de fotos del estacionamiento del edificio.

Si bien ya sospechaba ese desenlace debido a que la neumonía estaba fuera de control eso no aminoraba el impacto del golpe.

Todos sabemos que por ley de vida nuestros padres abandonarán este mundo primero que nosotros, y así pasará con nuestros hijos, que nos verán partir también. Aun con esa resignación instalada en nuestros cerebros de forma automática desde el nacimiento esas pérdidas duelen porque con nuestros padres se va nuestra infancia y todas las experiencias que vivimos durante el principio de nuestras vidas. Luego de su partida lo único que nos quedará serán los recuerdos.

Casi tres años después vivía lo mismo que vivió Gitty el 11 de mayo de 2011 y bajo condiciones casi similares; ACV seguido por una infección hospitalaria que degeneró en neumonía, dos muertes que no tenían que haber sucedido. Si a mi suegro lo hubiesen atendido en un centro de salud privado de Caracas muy posiblemente se habría salvado, era muy joven como para haber muerto de esa manera; su fallecimiento fue prematuro debido a circunstancias relacionadas con mala atención médica debida a falta de recursos para pacientes como él.

En el caso de mi mamá, en cualquier hospital medianamente dotado de cualquier lugar del mundo la habrían sacado del cuadro, estabilizado y podría haberse recuperado para vivir algún tiempo mas. Desgraciadamente, el caos hospitalario debido a falta de financiamento, escasez de personal especializado y equipos dañados, sin uso o parados por falta de repuestos causaron que estuviese varada una cantidad inaceptable de tiempo en un lugar donde su salud corría riesgos enormes y sin un tratamiento acorde a la condición crítica que tenía.

Ver morir a un ser querido es la peor experiencia que puede vivir una persona y mi hermano tuvo que pasar por eso a sabiendas de que tal desenlace no se habría producido si se hubiesen tomado medidas urgentes como trasladar a mi mamá al hospital militar.

Yo tuve que aguantar todo esto solo y poniendo cara de póquer durante todo ese tiempo porque lo que estaba pasando al final no era problema de nadie y no tenía que estar importunando  con mis asuntos personales. El proceso mental y emocional fue tan duro que luego desarrollé PTSD y quedaría incapacitado para trabajar viajando, pero eso se comentará mas extensamente en futuras entregas.

Ahora solamente existía algo cierto, mi madre había muerto y tocaría ocuparse de sus exequias. José se había quedado sin dinero y tendría que ayudarle con los gastos fúnebres, pero en aquel entonces era sumamente difícil transferir divisas a Venezuela desde EEUU. Por suerte, Carlos mi amigo nos ayudó y le depositamos 200 dólares para cubrir el costo del funeral mientras él iba con José a pagarlo, porque todo tenía que ser hecho ese fin de semana, cuando las agencias bancarias estaban cerradas. Mi mamá quiso que sus restos fueran cremados y se respetó su última voluntad. Adicionalmente, debido a la descomposición social del país, enterrarlos en el panteón familiar ubicado en el cementerio general del sur no era una opción porque muy probablemente quedarían a merced de las bandas de profanadores de tumbas que pululan en ese camposanto donde gran parte de las tumbas han sido abiertas. Así las cosas, sus cenizas irían para su apartamento y mi hermano sería su custodio.

El último obstáculo que se presentó fue que los encargados de la funeraria necesitaban una autorización mía porque al ser dos los hijos de mi madre, ambos teníamos que autorizar el procedimiento; así que tuve que escribir una carta  y mandarla como anexo de un correo electrónico para que se finalizaran los procesos preparatorios.

El funeral de mi madre no fue muy concurrido, pero todos los que estuvieron allí lo hicieron porque la querían y fueron a despedirse, lo que importa en estos casos no es la cantidad de gente sino la calidad del cariño que sentían por la persona fallecida y con eso basta.

Mi madre fue una mujer que vivió tiempos difíciles como madre soltera, enfermera autodidacta y cabeza de casa, cometió errores como cualquier otra persona, pero sus virtudes los sobrepasaban por mucho. Fue alguien servicial que era capaz de quitarse su propia ropa para dársela a quien tuviera necesidad; tuvo una crianza extremadamente brutal porque así eran las cosas en aquellos tiempos y tales tratos le dejaron secuelas que durarían toda su vida. Fue una muy buena madre y a pesar de todas las dificultades que se encontró en el camino pudo criar a dos hijos que no cogieron por los malos caminos y fueron capaces de engendrar descendencia. No podemos juzgar sus actos con los estándares de hoy en día, eran los que se conocían en sus tiempos y al final dieron resultados positivos, que es lo que importa.

Fue una gran mujer que no debió haber muerto de la manera como murió.


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