viernes, 24 de febrero de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 149: Mi mamá enferma gravemente (y II)

 La única solución viable para sacar a mi mamá de la antesala de la muerte en la que estaba era trasladarla a otro centro asistencial público, ya que hacerlo a uno privado era imposible debido a las enormes cantidades de dinero que se necesitarían; y no en la moneda de comiquitas venezolana sino en divisas duras, es decir, dólares o euros. 

El único lugar medianamente aceptable era el hospital militar Dr. Carlos Arvelo que estaba en una condición relativamente buena debido al hecho de ser el principal centro hospitalario de las fuerzas armadas en una dictadura militar. Mi madre podía ingresar al lugar previa solicitud de un miembro activo o retirado de alguna de las cuatro fuerzas y esta persona existía y podía hacerlo, pero no lo hizo. Durante varios días clave puso a mi hermano en la penosa labor de suplicar a los burócratas de turno en el hospital para que le cedieran una cama a nuestra madre, pero la respuesta era siempre la misma:

- Para eso se necesita una solicitud por escrito de un oficial perteneciente a alguna de las cuatro fuerzas, una vez que la recibamos autorizaremos el ingreso de su señora madre.

El problema estaba en que el individuo que tenía que hacer la solicitud no la hacía, y luego explicó que su inacción se debía al hecho de que quería "darle una lección" a mi hermano por ser tan inmaduro, irresponsable y despreocupado en la vida. Desgraciadamente, esa "lección" se daba a costa de la salud y la vida de una persona que necesitaba desesperadamente atención médica especializada y que cada día de retraso en recibirla disminuía su expectativa de vida de forma drástica.

Gitty me mantenía informado y me comentaba acerca de las peripecias y trabajos que pasaba mi hermano buscando un lugar al que trasladar a mamá hasta que me dio su número de contacto para conectarnos a través de WhatsApp y así pude hablar directamente con él. Con las explicaciones que me dio acerca de la situación me di cuenta que tendría que buscar ayuda urgente porque lo del hospital militar no se veía viable en el corto plazo.

No me quedó mas remedio que lanzar una bengala a través de Facebook y aparecieron dos amigos que me ayudaron a bajar la presión; fueron mi compañero de escuela Denis González, que es médico y estaba trabajando en Atlanta, GA como ginecoobstetra y Carlos Pericchi en Caracas que tenía contactos con médicos especialistas. De inmediato pusieron manos a la obra y varios neurocirujanos hicieron acto de presencia en el hospital y establecieron una estructura terapéutica; gracias a estos contactos también se pudo trasladar a mi mamá al único piso de hospitalización disponible en el Pérez Carreño y donde solo se podía ingresar moviendo influencias. En ese piso también estaban las instalaciones de terapia intensiva para pacientes críticos.

El diagnóstico por fin se pudo conocer, Ictus que comprometió el lado derecho de su cerebro y afectaba la movilidad del lado izquierdo de su cuerpo. A pesar de todo era relativamente suave y podía ser rehabilitada aunque debido a la tardanza para tratar a la paciente iban a quedar secuelas.

En el piso al menos tenía atención continua pero no permitían acompañantes nocturnos, lo que impedía que mi hermano se quedara con ella; de paso había surgido una complicación bastante grave: en los NUEVE DÍAS que mi mamá estuvo en la emergencia del hospital, con el hacinamiento y la exposición a los elementos, contrajo neumonía y eso era muy grave debido a su edad y condición. 

Casi dos semanas después del suceso fue que el oficial "amigo" se dignó a enviar la solicitud al hospital militar y por fin autorizaron el traslado el 28 de enero. En ese lugar al menos podría recibir visitas, y si bien sacarla de donde estaba era arriesgado, ya para ese entonces el mal estaba hecho.

No iba a estar en una suite de lujo ni tendría toda la atención que habría tenido en el hospital Harborview de Seattle, pero al menos estaría en una habitación y podría recibir visitas.

Cuando llegó al hospital fue que el militar se dio cuenta de la enorme cagada que había puesto, pero ya no quedaba nada por hacer. Se quedó varias noches con su esposa pero en sí daba igual que estuviera o no porque mi madre estaba sentenciada, la neumonía le estaba llenando los pulmones de líquido y no se tenían las herramientas que pudiesen revertir tal situación.

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