El martes 27 al anochecer llegó Johana desde San Francisco, la montamos en un taxi y nos fuimos al apartamento. La instalamos en el cuarto de Graciela, el cual habíamos arreglado para que las dos pudiesen estar cómodas. El día siguiente alquilé un carro para ir a hacer un buen mercado en Walmart y Safeway y así tener suficientes provisiones durante el tiempo que ella estuviera con nosotros.
Como esa semana era la del día de Acción de gracias, lo celebraríamos con nuestra invitada y además iba a ser el primero de nosotros en el estado de Washington.
Si bien todo era mas complicado por la ausencia del medio de transporte, nos las íbamos apañando a medida que hacíamos todo sobre la marcha; era una de esas ocasiones en las que no existían alternativas viables y Gitty y yo éramos expertos en ese tipo de situaciones, teníamos años de experiencia y trabajábamos como un equipo bien acoplado.
Gitty organizó todo de tal forma que mientras yo estaba trabajando ella sacaba a Johana a conocer lugares de Seattle y luego regresaban al apartamento a comer y esperar a que Graciela llegara de clases, viaje que le duraba dos horas. Yo, sin carro, llegaba después de las nueve de la noche para comer, bañarme y echarme. Esa rutina cambiaba los fines de semana cuando inventábamos cosas que hacer; afortunadamente los primeros días de ella entre nosotros coincidieron con Acción de gracias y así pudimos hacerle una recepción medianamente aceptable.
Como antes dije, nos adaptamos a la nueva situación a trancas y barrancas. Luego celebraríamos los cumpleaños de ella y Graciela junto con las navidades, y Gitty también visitó un jardín floral que preparan en Bellevue durante los días navideños; a pesar de no tener carro nos las averiguamos para que las fiestas no fuesen aburridas ni incómodas.
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