Como expliqué varias veces, luego de cerrada la historia, incluiría tres apéndices, siendo el primero referido a los dichos, refranes y gestos de Gitty. A pesar de ser una joven de clase media muy bella y sofisticada, tenía una serie de costumbres propias de la provincia transmitidas por sus dos familias que provenían de lugares muy diferentes de la geografía venezolana; a esto hay que añadir el hecho de que vivió una temporada en Ciudad Bolívar y que pasó muchas vacaciones en el llano y los andes, por consiguiente su bagaje cultural se acrecentó con influencias de gran parte del país, a diferencia del mío, que prácticamente en su totalidad fue caraqueño.
Tal riqueza cultural le hacía tener muchos usos, costumbres y dichos propios de diversas regiones del país, cosa que la hacía mucho mas encantadora a mis ojos porque siempre salía con algún disparate nuevo del que no tenía idea y que se asomaba en el momento mas insospechado. Tales arranques tenían la gran ventaja de acabar con discusiones y peleas porque eran tan hilarantes que obligatoriamente nos hacían reír a mandíbula batiente.
Fueron muchas de estas manifestaciones folklóricas las que conocí a lo largo de toda su vida conmigo, que luego se vieron enriquecidas cuando emigramos a EEUU, ya que durante nuestra estancia en Miami absorbió un montón de costumbrismos, especialmente cubanos y dominicanos, que supo adaptar a su forma de ser y le servían para expresar ideas de todo tipo. Su capacidad de adaptación era absolutamente genial, y eso lo podrán observar al leer este primer apéndice, que va a estar dividido en dos partes, porque fueron muchos sus gestos y expresiones.
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